miércoles, 27 de enero de 2010

Empezamos a bloguear

Frente a la dicotomía hacer-pensar, artesano-reflexivo, manual-intelectual, Richard Sennett sostiene en su obra "El artesano" (2009, Anagrama), que "hacer es pensar", argumentando contra la tradicional idea de que quien piensa no hace, y que quien hace no piensa. La cocina, que es la última de las grandes aficiones a las que me he apuntado, es para mí una fuente de relajación, armonía y felicidad, y un contrapunto perfecto para mi trabajo intelectual. Mientras cocino, los problemas y dolores de cabeza que me da el trabajo no desaparecen pero fluyen. Cocino pero pienso, proceso. Cocino pero también leo recetas, reflexiono sobre lo que cocino y por qué, sobre la aceptación o no de mis platos, sobre lo que comíamos en otros tiempos,... en realidad sigo pensando y trabajando con el coco aunque de un modo mucho más gozoso y feliz. Por ello, me adhiero firmemente a la idea de que "cocinar es pensar".

Para ir abriendo boca, ayer eché un vistazo a la última entrega de los libritos de cocina que el diario El País está entregando los lunes y martes. Encontré la receta de los tallarines de chocolate. A falta de llevarlo a la práctica, me parece una interesante idea combinarlo con mi exitosa receta de las natillas de vainilla tradicionales, basada fielmente en la que mi abuela trasmitió a mi madre.

Y mientras me relamo pensando en el momento de probar semejante combinación (vainilla-chocolate, semilíquido-semisólido, amarillo-marrón), pienso: ¿qué pensaría mi abuela al ver sus natillas con galleta despojadas del toque aromático de la canela en polvo y atacadas por un puñado de gelatinosos tallarines de chocolate? Creo que la gastronomía reproduce una línea de tiempo en el que todos tenemos cabida. Por encima de los recuerdos, las fotografías o las imágenes en video o Super8, los sabores y aromas de la cocina son una forma de memoria viva, en transformación, la muestra de que el tiempo avanza y se conserva. Es la prueba de que con esas natillas con tallarines de chocolate estoy tan cerca de mi abuela como de mi futuro, de lo que está por venir. De la vida (y la cocina) por venir.